sábado, 9 de abril de 2011

El confesionario


Mis hilos de la suerte están cansados de perderse, asi que hoy doy mi paso doy mi nueva salida.
Ya no entiendo como mi vida ha cambiado, ya no se porque los cimientos de mi vida han temblado. ¿Quíen se podría creer que una sonrisa cambiase una vida? Todos tenemos nuestra sonrisa y siempre nos espera otra que cuando no está las mañanas se tiñen de canciones tristes, son como el leve perfume que por un instante te baña y te marca.
Siempre pensé que viviría en la calle,  y oportunidades de emanciparme de ella nunca han faltado. Soy un simple enamorado de sus esquinas, de sus caminantes, de su ser, pero como todo amor su perfume puede terminarse y este cada vez se aleja más de mis sentidos.
Nunca he creído en los hábitos, ni en su fe ciega pero hay mi libertad. El único que me ha dado la mano un hombre de dios. Su fe y deboción hacia mi persona es por mi ser, por mi innata ´´sofía``. Me acerco a su única cárcel de fe, su confesionario, me siento y no consfieso pecados sino historias de sonrisas y miradas.
Ríe y me absuelve de mis errores. Sale de su cárcel con paso presuroso, deseando volver a ser libre, se posa frente a mi, mueve lentamente su vieja mano y me saluda -buenos días señor, ya has decidido ser uno más-. Señor me dice suena hasta con armonía con mi persona pero en el fondo si soy un señor. Y uno más, tiemblo con esas palabras pero se que es lo que debo. Tengo miedo y se que contestar pero mis palabras se encajan entre mis labios y no desean salir, es duro dejar a un amor -Si padre- digo mirando al suelo avergonzado de la traición que acabo de hacer. Me mira profundamente y pregunta con la calma pero con el ansia de saber que por fin lo ha conseguido-¿ se puede saber el motivo?-, dudo de contestar pero lo hago con fuerza y con la dignidad que he ido perdiendo entre moneda y moneda.
Si padre, por una sonrisa

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