miércoles, 4 de mayo de 2011

quince días


Dos semanas, no se si es mucho o poco tiempo, pero han sido como beber un vaso de agua y la sed te invade tu cuerpo.
Cada tarde a las ochos, el sol volvía a salir y la luna esperaba impaciente a decirnos adios. Dos, tres y cuatro horas, que solo servían para abrir el apetito del uno al otro. Miles de palabras, miles de sonrisas y un fugaz beso con la luna como violinista. Ese es un día a su lado, eso son mi días, mis últimos catorce días, y hoy es el decimoquinto. ¿ A donde voy? me pregunto cada mañana, puede que me quiera pero en el futuro solo veo niebla. Por eso solo cuento las horas que paso a su lado.
Esto es una carrera donde solo se el comienzo y el siguiente paso, tengo miedo y tiemblo pero solo hasta las ocho. Cuando ves a alguien y tu realidad desaparece, ves que lo más simple se convierte en una sonrisa eterna. Son menos diez y aún tengo miedo pero a las ocho se irá.
Son las ocho y el sol hoy no ha salido, ha desaparecido entre las nubes que ocultan el nuevo día. Son las nueve, las diez, las once y las doce, la luna no ha regresado con su violín.
Hoy no hay nadie, ni el dulce violín del amor, simplemente suena una triste melodía, que escucha mi alma y hace que se hunda en el suelo.
Vuelvo a casa, no lloro es solo un día, espero que este bien.

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